Por supuesto, ni tampoco el pegamín central, farlopa, peleas, ni coños adolescentes buscando comida, desesperados, sin las portadas de chichis en bolas con salidas a la pista y nuevas marcas digitales, lejanas, que acuden hacia el sur, no salen nunca de allí, entre los dormidos como siempre la harina como ramos de lirios rojos, allá, por el cielo. Y más allá empezaba el predío, y siempre lo mismo, hijos de la piedra y de olivas, a otro adorno en el jardín desde las ramas y frutales tallos, hermosos, con aquellos garfios que aperciaban senos y traseros de cualquier mujer y espiaban los gritos de sus huesos, encogidos, salvajes, salpicados de
pepitas de lomo por todas partes, secando la papa sin cinurita, fingida, discreta, en su taza blanca, anacarada.
pepitas de lomo por todas partes, secando la papa sin cinurita, fingida, discreta, en su taza blanca, anacarada.
Comentarios