Olor evocativo al fungir el fracaso como solista, como fungo, como inúmeras mezclas de tabaco y perfume y café durante el pues, en cifras de salvas e infitas dementes como diagonales prolijas que no compensan la plástica que contraviene al subir hasta el para cuando, hasta el apto engominado con panela y canelón escolar por el otro bloque de un poco del deseo a distancia que repele los binarios enamorados del fué, del eje que medita desde la actitud hasta lo vintage que protege la consumación del poco de las miserias en las miradas de mitad podrida y con un pasado atascado al quince mil de isqué, menos los quince externos que manchan lo digno del escudo derrotado, acompañado de una seguridad muy debilitada por cada vez, sin el corazón en el camino, que no protege la sustención dejada sin los hilos blancos del mucho rato, tocado, de caer a las inmensas dedicadas al triángulo de esmeralda con las asas pintadas en la ventanilla lateral que sigue rechazando la sociedad discípula de retablos y mansiones sin la caridad de nadie en la bromelia que sufre por portar la relación hasta la manzana mordida entre líneas y decían del trozo de jugo, de juego por el aparcamiento del viento y de los bordillos de plástico que denuncian un resumen de la profesión que respira deprisa, jadeando como orgasmos que alteran la negada de canalé, o el trozo de teléfono que acaba en un recogido pardo crema que arrecia el rastro de la lejanía masiva hacia el público de un zarzo impermeable que grita en tinta negra como sangre y números y páginas por escribir, por patear con las mismas preguntas que la fotocopia de la copla atraída con la angustia fijada en otra camarera que afloja las mohosas máquinas de chicas inusuales que llaman a la tíbia reproducción de luces traseras y signaturas exactas de creídas volteretas raptadas por cualquier medio de toscas repeticiones que reiteran la sequía de otra ilusión que olía a victoria, a rutas de un nuevo satín de bragas mirando la boca del árido primero, en el reseco hartando en las chumberas triturando los patios desnudos, apeando con traición el roto adentro de la larga marcha de otras.
Olor evocativo al fungir el fracaso como solista, como fungo, como inúmeras mezclas de tabaco y perfume y café durante el pues, en cifras de salvas e infitas dementes como diagonales prolijas que no compensan la plástica que contraviene al subir hasta el para cuando, hasta el apto engominado con panela y canelón escolar por el otro bloque de un poco del deseo a distancia que repele los binarios enamorados del fué, del eje que medita desde la actitud hasta lo vintage que protege la consumación del poco de las miserias en las miradas de mitad podrida y con un pasado atascado al quince mil de isqué, menos los quince externos que manchan lo digno del escudo derrotado, acompañado de una seguridad muy debilitada por cada vez, sin el corazón en el camino, que no protege la sustención dejada sin los hilos blancos del mucho rato, tocado, de caer a las inmensas dedicadas al triángulo de esmeralda con las asas pintadas en la ventanilla lateral que sigue rechazando la sociedad discípula de retablos y mansiones sin la caridad de nadie en la bromelia que sufre por portar la relación hasta la manzana mordida entre líneas y decían del trozo de jugo, de juego por el aparcamiento del viento y de los bordillos de plástico que denuncian un resumen de la profesión que respira deprisa, jadeando como orgasmos que alteran la negada de canalé, o el trozo de teléfono que acaba en un recogido pardo crema que arrecia el rastro de la lejanía masiva hacia el público de un zarzo impermeable que grita en tinta negra como sangre y números y páginas por escribir, por patear con las mismas preguntas que la fotocopia de la copla atraída con la angustia fijada en otra camarera que afloja las mohosas máquinas de chicas inusuales que llaman a la tíbia reproducción de luces traseras y signaturas exactas de creídas volteretas raptadas por cualquier medio de toscas repeticiones que reiteran la sequía de otra ilusión que olía a victoria, a rutas de un nuevo satín de bragas mirando la boca del árido primero, en el reseco hartando en las chumberas triturando los patios desnudos, apeando con traición el roto adentro de la larga marcha de otras.
Comentarios