Todos los réquiems y esquís de prototipos de consummer entarndo en el carromato para enterrar la cuchara, los blues y las virundelas que ensayan algo más que la conquista de pintas blancas batiendo el ver, el musicado no retorno de algo, de hasta y blues de viernes, de rebeldía rajada con laír en el momento del daño con pretexto y santiamén de oportunidades mileuristas alrededor del sucedaneo que mueve la inmaculada demencia de cuatro oyentes en el salón del escaño sin menos candidatos para recuperar la fatiga de pena como las sensaciones apoyadas al panel de tan solo sesmé y más húmedo rincón de tormentas que rodean las sensaciones que recaen al ímpetu peor que pudre el máximo nivel de dolor irritable que no ataja todavía el gran golpe de encontrar casi nulo el bulto turbulante que mira los ganglios de seguir con la sinfonía del bien, como camellos escondidos y fenómenos de proyección de energía nueva y buena hacia el ventanal de la sed sobre el vámonos a publicar la abstinencia de arpagofito y risueño diazepan que llama a la puerta para volver y dormir con el prozac y abrazarlo y besarlo y chuparlo con el ácido de cuello, de tormenta, de risa, de despedida hacia adelante, sin la última voz de que la cosa eran mocos y mierda sin posible cigarrillo electrónico con tacones alojados al ajado, a la popular reflejada en el escaparate, en el sexo de tórridas preguntas entre los caprichos que mueren en la imaginación del poema prisionero que vuelve a depurar la herida y le quita las células cancerígenas con cuchillazos y lados de algun ángel ilegible que sostiene las sensaciones deagarrar la tapa de las dadas y acciones ahorradas de bar que rezumban destino al banco invitado como el mal recuerdo de las compras que salen de algún momento del inquebrantable de alguien como la diana de dida y música con botón de divisas llegando a ser el movimiento de debajo las persianas yuppies con la bolsa de filosofía en la superficial vita beata.
Todos los réquiems y esquís de prototipos de consummer entarndo en el carromato para enterrar la cuchara, los blues y las virundelas que ensayan algo más que la conquista de pintas blancas batiendo el ver, el musicado no retorno de algo, de hasta y blues de viernes, de rebeldía rajada con laír en el momento del daño con pretexto y santiamén de oportunidades mileuristas alrededor del sucedaneo que mueve la inmaculada demencia de cuatro oyentes en el salón del escaño sin menos candidatos para recuperar la fatiga de pena como las sensaciones apoyadas al panel de tan solo sesmé y más húmedo rincón de tormentas que rodean las sensaciones que recaen al ímpetu peor que pudre el máximo nivel de dolor irritable que no ataja todavía el gran golpe de encontrar casi nulo el bulto turbulante que mira los ganglios de seguir con la sinfonía del bien, como camellos escondidos y fenómenos de proyección de energía nueva y buena hacia el ventanal de la sed sobre el vámonos a publicar la abstinencia de arpagofito y risueño diazepan que llama a la puerta para volver y dormir con el prozac y abrazarlo y besarlo y chuparlo con el ácido de cuello, de tormenta, de risa, de despedida hacia adelante, sin la última voz de que la cosa eran mocos y mierda sin posible cigarrillo electrónico con tacones alojados al ajado, a la popular reflejada en el escaparate, en el sexo de tórridas preguntas entre los caprichos que mueren en la imaginación del poema prisionero que vuelve a depurar la herida y le quita las células cancerígenas con cuchillazos y lados de algun ángel ilegible que sostiene las sensaciones deagarrar la tapa de las dadas y acciones ahorradas de bar que rezumban destino al banco invitado como el mal recuerdo de las compras que salen de algún momento del inquebrantable de alguien como la diana de dida y música con botón de divisas llegando a ser el movimiento de debajo las persianas yuppies con la bolsa de filosofía en la superficial vita beata.
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