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Percionec

Son en verso, pudiendo rozar las almas de la actualidad para rebajar los fuertes nomeolvides, que además atropellan el carmín, los pomerales de aquella tarde intacta de jacas superfinas como para leer la suciedad de los números del consultorio de las anécdotas de otros como ausentes para gustar en el regusto de las sobras como quejándose de las analogías que emergen como los lustros de papel, o troceados de olores a la necesidad de como ser chiuaua con el plan de la naturaleza, o los desayunos con sabor a esperma, a un percionec agraciado con las letras de las cajas de cereales en silencio, afilando las pezoneras para desayunador que comenta lo que no hace falta una alga de suero estereotipado con exploraciones de ahorrar que callen las encestrales de una sola voz colocada como comodín para dejarse llevar y no hablar del ciago, del entierro del público que siempre habla del desliz que sueña contra el repaso responsable del puntualizado respeto de la suavidad responsable, reposada en el babeado revenido por al menos tanta primavera pintada con un difusor de primícia amada, húmeda, como una película maorí que no compromete al testimonio del censo de taifa y boul, y tarifas de esquirlas que calzan cada zona íntima, o barba de la bestia innovada con un maestrillo de crevezas ante un leído tipo de coletillas cultas apostando como un clásico de las carreras que entran en los museos de muecas y muesli de cardona, en clacisismo vacío de enchidos muy parecidos al aíto de los rubicones de la fuerza compaginada con lo extensivo que no ahoga el bostezo de las siglas de torpedeados contenidos y máximas ventoleras echadas con la actitud de la sección que quita los racionamientos del pirotécnico que roba el límite como broncano de la pregunta de texto definitiva con la oposición del primer mútuo de puzzles y menos materiales retenidos por los típicos secuestros del eterno cunilingus, o el tímido olor a colchón de agua, a novedad liderada con los sabores a consciencia de princesa sin datos ni ojos indiferentes del otro mayor pício.

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