Laritz le nigil latriz, rúbucuas de rúcula reconfort, algoritmos y el criterio no tan omniciente, algo menos que más, o que igualitaria nimiedad escribí unos meses atrás en punto muerto sexual femenino y hasta que punto dalé cuando me doy cuenta que eres invasivá, figura blanda de mujer, rascacielos forenses, mozo de vivisección en los elíseos prados y abortos académicos desde su trípode oval perpétuo; corona de mirlos o acacerros, nigil le blanc eu llaman y la cagan ahora que vuelvo con el gordito y hablan de autorizaciones y formularios y firmas finiquitadas del camarero acolchado en su alcoba, y más ejemplos de la maniquí ilusoria, la que calentó en alguna época mis motores masturbándome con el satín en la cara y la verga de veinticuatro agarrada con la otra paletilla y el placer mútuo, falseado por el hijo y el otro amante de mi edad, separado del patriarca momó, mayor drama cuando los recuerdos se irán sólo con la prueba, sólo con la vez que faltaría Gardel sonando de fondo, y yo montado a la bastarda, a pelo, y el cinchuelo golpeándonos bajo el peso de la infidelidad a mí mismo, bajo rubás, bajo el gordito y la Tana y los equinós bailando alrededor de las lembranças y zanahorias por su légamo legado con puré de manzana para el postre y la parrillé argentina para el café, a la mesa de charros; déjame un poco, ya no quiero montar sin el padre santo, sin el recuerdo del ojalá de hojaldre y pasas.
Laritz le nigil latriz, rúbucuas de rúcula reconfort, algoritmos y el criterio no tan omniciente, algo menos que más, o que igualitaria nimiedad escribí unos meses atrás en punto muerto sexual femenino y hasta que punto dalé cuando me doy cuenta que eres invasivá, figura blanda de mujer, rascacielos forenses, mozo de vivisección en los elíseos prados y abortos académicos desde su trípode oval perpétuo; corona de mirlos o acacerros, nigil le blanc eu llaman y la cagan ahora que vuelvo con el gordito y hablan de autorizaciones y formularios y firmas finiquitadas del camarero acolchado en su alcoba, y más ejemplos de la maniquí ilusoria, la que calentó en alguna época mis motores masturbándome con el satín en la cara y la verga de veinticuatro agarrada con la otra paletilla y el placer mútuo, falseado por el hijo y el otro amante de mi edad, separado del patriarca momó, mayor drama cuando los recuerdos se irán sólo con la prueba, sólo con la vez que faltaría Gardel sonando de fondo, y yo montado a la bastarda, a pelo, y el cinchuelo golpeándonos bajo el peso de la infidelidad a mí mismo, bajo rubás, bajo el gordito y la Tana y los equinós bailando alrededor de las lembranças y zanahorias por su légamo legado con puré de manzana para el postre y la parrillé argentina para el café, a la mesa de charros; déjame un poco, ya no quiero montar sin el padre santo, sin el recuerdo del ojalá de hojaldre y pasas.
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