O yás y atajos tendidos, esos poemas que se titubean medio escondidos y si existían metáforas y lenguas en un ego enfrascado y parapáras de azabaches y subconscientes mezclas, puritas verdes y letrá retorcillo, babélicas cansas vociferantes ante un destino erecto a las puertas de la teta y su almohada vacía aún cuando sepa el descuido de horarios y recepción de algo que no vale para compartir el insomnio que me perturba imberbe por mi autodestrucción con oteas y reojos a la explosión de escritíns y heridas por saber el métido águdo, por repetir siempre la tozudez de no querer el cambio, de no mamar otro tipo de polución auditiva, y repetir el desparejo trayéndote de vuelta la salida de escena y tonos prisioneros de angústias y la necesidad del yá necio de impaciencias y mentiras a develar sin abrazos directos del corazón, fuertes rachas que me descuidan en mi desesperanza mortal, recién renacidas, nuevas soledades de vómitos que me asquean las peores arcadas del momento y me reencuentran con el que fuí, con cada pánico inmaduro en el espejo y mi peor enemigo tocándome las ánisas de la primera encarnación que piensa en el suicida Mariano y no percibe un futuro claro en la doma, o al menos sin el argentino antimoderno, apagando el rumor, extrañando el yá, el te va a salir y viceversas mentiras de vuelta a la caja de marionetas.
O yás y atajos tendidos, esos poemas que se titubean medio escondidos y si existían metáforas y lenguas en un ego enfrascado y parapáras de azabaches y subconscientes mezclas, puritas verdes y letrá retorcillo, babélicas cansas vociferantes ante un destino erecto a las puertas de la teta y su almohada vacía aún cuando sepa el descuido de horarios y recepción de algo que no vale para compartir el insomnio que me perturba imberbe por mi autodestrucción con oteas y reojos a la explosión de escritíns y heridas por saber el métido águdo, por repetir siempre la tozudez de no querer el cambio, de no mamar otro tipo de polución auditiva, y repetir el desparejo trayéndote de vuelta la salida de escena y tonos prisioneros de angústias y la necesidad del yá necio de impaciencias y mentiras a develar sin abrazos directos del corazón, fuertes rachas que me descuidan en mi desesperanza mortal, recién renacidas, nuevas soledades de vómitos que me asquean las peores arcadas del momento y me reencuentran con el que fuí, con cada pánico inmaduro en el espejo y mi peor enemigo tocándome las ánisas de la primera encarnación que piensa en el suicida Mariano y no percibe un futuro claro en la doma, o al menos sin el argentino antimoderno, apagando el rumor, extrañando el yá, el te va a salir y viceversas mentiras de vuelta a la caja de marionetas.
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