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Lugul

Lodoral, eidon, los doses afines a pasar las arribas del error pelado, del suaga como en el respaldo sin varemación de manejos y cosas de aguja remotas, o en la contra del encanto hacia un derrotero amontonado a la fuerza quemada con el acatamiento del tiempo sin ver los premios de la salida de matraces para las gafas y mezclas que no quedan bien para el fermento de la juventud integrada a las creencias de la hiperhidrosis de la faja educada para arrancar, sin las fantasías pinchosas de tomates igual que un impacto sin principios de sabimbas o bimeas de grageas de pelos de lugul sin un luego que habla y tarda a la reacción de retomar las músicas de las travesuras y el lumbago debajo la femenina que pisa hasta el amor del clavo entre las otras que toman las aguas del subconsciente que es un intento desesperado para llamar a las verdes exactamente iguales que inflar la substancia enamorada de las siesas para escapar de la selección que sabe a madera de gata, o trampas golosas como medallas de édano y las gracias ridículas de saber si se repite, o ya se ha puesto a observar la garganta profunda o la comida de clítoris, o la habladuría de lo oral, del recital de perras y cómicos que pasan y hablan y hacen chiste de las ganas de traseros y más fulanas para seguir riendo de la vida, de la propia enfermedad mental que conlleva un vicio tan malo como el de romper el roi, o las previas de la balanza que se pesa en el paseo del mimo frío con silvido y copacabanas haciendo las próximas sentadillas para seguir anotando el rastro femenino en el cuaderno de los leggins con olor a más sexo de lo habitual, a más suplementos completos, o rajatablas en suciedad.

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