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Mostrando entradas de octubre, 2020

Luteice

Luteico, creciendo en la equivocación del útero semantino, arrugado, arrollador en la esencia de táblecos y varas de tres en tres perdones y vóngole en shatelón, en cualquier paisaje que se dibujen flores y brotes de marmurias y margaritas de miel, de calorías y sinsentidos como urgencias y gardenias para llegar al aplicador de selecciones y el paladar de los productores con la recomendación del cuando, nombrando las pobres balas de retratar la voz hacia una retina única que entrega la basta para quemar el pescado de las cuatro y cinco y mira hondo en las locas zagallas, en los miramentos amamantados por otra cortina de sal adelantada al subidón sin ruido, ni las cuatro antenas que deleitan con el alterne del no entre síes y sismos pegaditos al colofón del extintor extendido como varios versos sin edición, varios haikus, varias conexiones sin el contraste inyectado a la testosterona para el paladar y el silencio del correr inspiracional, hacia ninguna parte, hacia el homo viator corrid

Megorosta

Megor, en mejor de las tentadas apuestas al abismo de la ausencia que cambia de manos, y diamantinas de pared estática, sin cableados ni el agua de boca para bucear y amarrar cuerpos en el gigante entril que saca la entrada de entrantes y morunos y olores a desgaste fraguado por las malas entrañas y babuchas del demon, figurante como la voz del no, las selectas sorpresas hacia el mal que revive la colmadera de irache, del puro morbo servido otra vez en bandeja, en rubia calana de erección sin quererlo, sin buscar el gato del panadero, ni las truchas de aquellas servideras al cuadrado que simplifican las frases rápidas que quieren avanzar y no pueden porque hay dolor en las úlulas de cada tubo de orín y costra y sonda y delirio y megoró, mejor que con la sorgina del complejo de Penélope, debajo del ejército de humo, del calíope que quiere seguir alargando el mejor, las  cuatro restantes letras de diferentes alternativas que cargan con la chocolatina y las tribus del lento decir, dormido

Vápka

Smé, a róbime inesperadamente, como la plaza de burros y aguas de lunes por construir las dilaciones del cascabel en el cístico de colutoides y locutorios y líos de la despunta del secreto concreto del libertinaje, del eje con gesto de la mano adelantando el escuchar que engaña para vivir, para referirse al mármol del país, violantes por puerta, por cajoneras y ratoneras y aspiradores de cristal para deshacer las sierras heladas de los pasteles y el giraluna en las trepaderas, y el olor de los pedros de noche que invadía el recuerdo de la niñez, del tiobé, del morgo silencioso de aquella ofrenda de noches de alerón, viscosas, húmedas y sin los colorines haciendo adiós con el destino entre las yemas de los dedos de cada olor de mujer retenido, redondo, entrando en la noche helada de las despensas amigas del enganche de los veinte a once, o las repintadas nublas de duplas y fotocopias pasadas, que dicen la suya entemas de cuarto parala hora establecida por el tutor del sexado, breve, ofu

Dachlučův

Dálchuh, por la amenaza del trabajo de los mortales y la certeza por poca manía de nadie, ni de aquél armadillo para postre, o en los veintitrés bolsillos a bocaoreja que no sabe separar las niñas de la purpurina dorada, o de las cajas de repuntes y peines y críticas por la organización de la vida que no termina de enamorar la viuda comprometida de cuarenta y tantos bollos rellenos de ajustes del stock ficticio que recoje la minuta, los mágicos siembros en positivas notícias, en cartas de la vigília de la iluminación del futuro hacedor de visitas y recesiones de cultivo del más allá olvidado por la inspiración de la tienda montada con la realidad del diseño de la totalidad parada por el ladrón de setas y miradas hacia un no sé donde, un extraño libro de nombres claros en hoja plana y más tarareos llenos de letras de villancicos que cambian los bosques por la exactitud de jugar con la salmorra de carne y obviedades de la ilusión de ver el apoyo de las pulsaciones de la adrenalina del pi