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Foccelaio

Foccé, vocé, la cátida, o el pedo del tiempo, la burraja, la escritura automática que ordena pensamientos y situaciones de sustitución del hilo, de la esponja de andar con el demesío, y otra focaccia en la esquina, o la cruda, o cada hookah de propofol y silencios para reír y amamantar los futuros éxitos, o las garras de foccelá, o las guarras paridas que hablan de parcelas y pontífíces y colas y más compromisos que los párrafos que en breve se escribirán solos y ensancharán la leyenda del lobo de mar, de un patio de disfraces y rosas y vértuos en el lóbulo del tercer obsequio que llegará en el día del infinito ordenado sin intenciones acomplejadas con el tipo de seducción de ambientes aislados del descanso que nolibera la prisa de ahora, la poca preparación que siempre resiste lo de la actividad del ahora argumentado por la próxima codificación del descabellado encaje de largas noches tirando las corrientes de largas noches de dudas y lloros soñando prosperidad y éxito separado del pasado tormentoso y de la luz que cambia la aclaración de la confianza con la cautela íntegra, consumada a la susceptibilidad metabólica de otro horno fisiológico, o la acción de reversa neutralizada para rehacer una vez más el conocimiento para quedar con la panadera, y a la adicción a varias asociaciones que afectan la tosferina desde los gases secos y flemas de audición del mito acumulativo en el largo rato, derivado a los narcóticos en el radio equipado con las largas exposiciones al miedo de otro tabú, reducido al fundamento del fenómeno que parpadea rebutido con apilurección con derivación a las excelencias de la actividad agradecida por toda la presúntida causalidad de músicas y cesáreas.        

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