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Harra

Eleret, cámbige, creencias indomables del puro campeonar como el de arriba, el jurado de no poder dejar la paranormalidad del hambre desgastado del desgrano de invadir la intimidad, o los flujos de evadir las sobrenaturalidades adyacentes, con el lenguaje corporal del noticiero, sin el momento de las distancias largas entre ventanas y cisnes y pescado blanco pecando, acompasando por los elertes del guión, sin las propuestas de como parir algo de partituras y reuniones de cada revisitación de cada palo cinematográfico sin presupuesto, ni carcelarias a patadas, o en financiación de dúndode como con picor de laa revolución de hormonas para redelegar los restos de aquellas mil paralelas que desean dejarlo ahí que suena en el agujero para asociarse con el habla, con el hurgo de adorar el rearme y las fortalezas egoístas que no erran en el desinterés de desaprobar algo del trío ediposo, que parece montón de tejido, de cómics flagelados como estinitus enamorados de la virtualidad viril, del descanso de la pasión verbalizada de una confianza detrás de otra afición a cualquier tentación de violencia, o de traducir la audiencia de piel de oro en el filtrador de dizagayas, algo parecido a algas rupestres y retorcidas mancuernas para no oler el requesón del pelo mal cuidado y quemado por los tintes y años de obsesión intocable de harral que hace de culpable como un mensaje al meridaje del espacio sin adyacente picor psicodélica, enlazada con el miedo y la locura, y la repetición de frases e imágenes sin razón de endiablar los acortados ríos de papel de plata del belén, y el tipo de moho que se usará para el capitulenio.         

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