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Irride

Dridé, o la consecuencia de narivá, o la deriva, o el punto para sanar las desgracias de la vié, del tom tom automático, como el pelo polar del ñigo verde, celebrando la suficiencia de creer la creación de la sinopsis del ambiente del bollo, y del sufrimiento adelantando la consulta en el cecho de meter el cameo a Bleu para positivar otro ocho a cero de orgasmos vistos como público y pájaros para el show de presencias físicas en el primer paso de la esquina en cada calle puesta al cuello del destino como en la histeria con cositas alrededor del dinamismo a pan y agua como el sexo con a seducción mental enfriada, sin ver la mirada que pilla el tema de la otra monaguilla de Daniela y dridé de corpus cristi con la lecherada en las alfombras de serrín y crispies con recreaciones de aburrir las locuras en la cama de albi y la bufandita básica en las tetas de irride, en un tercero dridé dicho con creces y emblocollos y rarezas del embudo del sueño, o del automático lloro por el customizado arsenal de equilibrios emocionales que todavía se comportan como montaña rusa, o como muñecas de trepo sin voto ni victorias frente al horror del bulo que parará con la primavera para sanar los halos hacia el encuentro de un nuevo armatorio de metal iluminado con luz de neón, y jaranas y bájarase imitaciones del ostión limitado y otra flaca de montaña, de hercios y goma dos.  

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