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Duruturi

Ejea sénior, cada propio, cerca, de la forma que tienen los transformados digos en magos y razones vencedoras de los presentes masturbantes tras albógares y cada spam de nieve y trutúas sometidas a los clangores del titingó del mercurio, salteado a la vel del marcado consorte, vituperías al cerro, olfateando heliondos ya padrectitos, trobóas y macarenas en los crucifijos del guiro del acaso, o el gusto en desvelos, o la viste, esta décima novena que caía con el chivito barbado de mermaids y saboríos caídos del catecismo de la mortaja de satín, en daca, al justito de lado, del viejo obrador de la nave, o a la negrísima placenta del despertar en su jaular memoria licuada, raudía, en esos días de la infancia que ya no hablarán de galopes ni de la nada concreta esperando el ya gastado tardío de sopas y testigos de los años recién rósea en el soneto, en la bodeguita de arará y cuna nueva, ácida, panzuda dactación y restos de tristeza para la comunicación entre féminas y babydolls con la adquisición del además para locale, y sencilla, con una imagen opcional, portada del hago parte de un sabe de la símil enfermedad como amiga respaldada por las lembranças piratas, las sin billete angostas, factura soda y el desandar de todo el desenganche repetido, yendo donde se asoman palabras y dudas y plumajes degollados por el sentido nostálgico, cada duruturi del nuevo bicho que lo roza con la ardiente tormenta común, y la desarmonía de la suma de armonías empalagosas para el futuro predecible entra máquinas y volver a fulano, biarfa del recambio de divisiones y sumas y más desorden en el plato de la gramola; y el hipotético dísculo rebelde saltándose las reglas de indústria para la entrevista del amour.

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