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Flavela

Volvía a ser suelo, y dócil flavá flauta de cuerda corta, y el eso galopado en la canción del cambio de piés y contaminaciones y grupitos de actitudes gregarias, tan solo la barrera de los intérpretes, los que no salen alzando la voicé, la vuá, la papada de algo más, u caríaco batallado deseo de fúrias y regresos a anhídridas y altruistas de juguete más cercano al jabalí y a la fotografía de dos ronquidos ensollozados, pendientes cuadernos y maltrechos en el relinche de las razones para no dudar del orgasmo incestuoso pegado al milenius plebeyo, mústio de andar descompuesto con el lujo de artista rebelde poco pronunciado por el abandono en ciertas fechas inhaladas por el interés de resolver el orden, el eco de leyes lícitas, meramente a la farsa, al ruego sugerencias de cama y sexo y bombachas revolcadas en el lodazal de semen y satín rojo fruto, flujo de los juliette que identifican el devela sensual, la braquichuela pincelada del animal bebé humano, golfo, sazonado finiquito que se transfigura en gélido vientre con piel sobrante y lírios en cada curtido despecho y farzadas y mulas y mudas de domingo salpicadas por el ourro de luces y barro en torbellinos que enrilan compañía secreta, tomando el vuelo a lo ideal, el haz del floto del reclamo a la búsqueda de la idea de verla convertida en ejé, posmo, conectado al sello de visita garigoleado por cientos cualquieres vista o tequitiquíes de tacos y deleites en espacios de mantecol y chinas de lo distante eróticas masas de museo, de otredad y más estética promesa inflada trajicómica del desoír, del desgastar pedos y pendejadas de vil y vino y anzuelo y meses mascando experimentos y pocas realidades exóticas, matutinas misógenas por el telehit de cable para anunciar el rating expresor de consultoras descifradas para relanzar heridas del prójimo franciscano, producto del dicho con reserva y constante burla de evidente peso hasta recientemente la sed animal del sacbé, dorado en aras.

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