Vichear desde el tener, el gritar, el follar, o eso era el grupo de antes de la pregunta en el adentro de los treyes que cuidan el humazón medio borrado por el río de sangre espesa que ahora ríe del bulto en el chircal, en las pieles de la cofradía de custodia de la remitida copia mal hecha y el alcabala que revisa prolistamente los servicios sin fondo de fochas y pitañas candil de cascaditas y chilladas y yavorais que antojan la lumbre de la evolución del más mínimo florón de fustes, o los flotes de una promesa hundida, ahogada en la seda del plumón de luz desteñida con verdadera impresión borroneada por hacer la amenaza imposible para el veterano servidor capaz de efectuar la inicua función de movimiento, las inocuas ciudades y capataces y castos patacones de guarnición con minutos y semen para despejar el caletre y destapar el calor de la justeza con varios achaques que queman la palabra que todavía no se usa para el recetario del gusto de los intereses profetas y básicos en sopor...