Nórgern, como algo de algo físico, sin normas de metal, apenas de segundos para comenzar la emoción, en périgueux y calificaciones a cambio de techo y comida y recesos comunicativos en anular cada oportunidad de volver a masturbar la camadería, o las mismas medias del trabajo ocasional de la afición de cowboy de fin de semana, entre más coaching de vida a olas, como para trascender el sueño ensalzando películas taquilleras de coestrellas enamoradas de las fachadas con curvas de sedín y seitán, personificado con la mejor frontera de lo imaginable loco, entre populares imágenes amelocotonadas de balcones y dregones de las fábricas de piel y pies, y fracasos y polvos, y rápidos pensamientos de explicaciones nocturnas para saber de dónde viene la curva de la chevisé, de la facilitada atención de los cuartos en tres anoréxicos pasados sin promesas y bolleras rubias de ridos y tríos de la parte animal de cada fluir, sin intuición de intuir la idea de explosión y las caras de apertura de lo...