Suplencias del suflé, del pero no hay facesittings concretos con aquellos pensamientos arraigados al no, al estigma de farmacias fantaseantes con alcohol y gominolas mirando al cocktail sólido de frambuesas y nata y aquellas músicas del hay que cambiarlo y rehacer el viaje del dibujo con cortañas y carantoñas de niño, o puestos para reescribir más tiempo, como los antaños del caballo o las joyas, o los lindares del ñoño pajarito enamorado de la nostalgia, de cuando se hablaba idioma idiota, en puro trazo lacabero, medio engañando lo que se sabe pero no se quiere evocar de nuevo al reeducto de la educación, eructando que ya no será, de aquella manera que se tenga que acompasar uno u otro costado del gorrino, entre las paredes de la vena que cubre el futuro paseo por la fama, o por aquellas cuatro casa de hola y adiós, que empiezan a germinar brotes verdes de esperanza para encontrar las nuevas vacaciones con otro cambio que se espera ser el de muchos años, que no dure solamente tres veranos como el subbúteo en forma de figurines y futbolín o cada obstáculo, o cada color del destino aplicado a los morreos y las costras del calor humano y un riego al pormenor hacia un díscolo verde, como cierto tipo de bíblias del oxycontín entre secretos y algo no creíble en la variable de balayages y destiempos de pesados vendedores de humo que colean y revisan calderas de jehová para ratificar a los mormones que venden enciclopedias de dios, o líos o aquellos souvenirs de sumatra o chabolas, o caballos de cartón envueltos de plumas y excusas y un vaivén de recetas culinarias para acabarlas con cualquier cunilingus a cualquier hora de bragas y tebeos y mediodías todavía por cocinar, por embellecer y por vivir siguiendo el pan de molde, o el roscón, o las pascuas. o raíces del futbolque conllevan otros números hasta los lares de la historia reescrita por caballeros sin princesa y princesa sin caballero, ni caballo que ella pueda usar como molde, como miedo de ergir la exigencia del lado de otra ducha sin esperma ni la testosterona que parece ser que vuelve a ir por libre sin exigir de nuevo la marca del boss, del nombre inventado para repoblar el nuevo comienzo de aquellos grados sin el alcohol necesario para quemar las puntas del comenzón que tilda a ser hormonal, revolucionario, como el vapeo del miso y la barba y aquellas escolopendras de varios colores que aparecen en el delirio, subidas al dragón moulouge, del rápido voluntario de que pronto se hablará.
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