Do camarao, no surprises, no more con bienes y miseria, y otras que vienen con éxito, a fuego medio unos 15 minutos, mientras separamos las claras de las yemas y los principios removidos sin royales líquidos, y se remueve la media con ralladura a punto de nieve con su jugo de chocolate, y marcas de in iciación cubiertas y cortadas a tiras, empatadas a cero o a uno con jenjibre sin sobrepasar la tapa ni los agujeritos que no se pegan ni añaden por sí, no sobremasa, no surprise, no more, do camarao pintado con huevo y azúcar glass, y respiraderos medio abiertos, precalentados 30 minutos a 180 grados teóricos, apenas dos repentinos, ni sus responsables con mensaje, más allá de sus límites y de las juergas, del bling bling, que tira y tira do camarao, y lo recoge, y se fija en nuevos catálogos, miradas críticas, programaciones infantiles, en la ciencia para concebir ántrophos, Madison Square, el sol de Japón
a la idea felina, la Ruleta de la Suerte de Jorge Vázquez y su fórmula clásica que hace de vibrator man.

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