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Epokhé

Capcioso, en general ciudadano con papeles en la anulación alterada, tos, sosiego, moco y ganas de culo para saciar el cuatro de quince con el facesit de amor a la italiana con Miguel Antonio en la imaginación de otro tímido martes con todos los aceituneros a los pies del tipo de cónyuge frío y después silencioso extraño arquitecto de calendarios y tiempo de historia, de presión fugitiva, hasta otro córner del agradecimiento por el rasgo del párrafo bordeando la negación de inmediato, con unos labios marroquíes de base empatando en la mirilla del ciclo ulterior o de la posta toscana, o de cada casandra de barrales o una ele para fumar con el archivo del archiduque guiando nuevos preconcebidos espermas entre fotografías y nubes de parábolas y apacibles disparos de bolas para volver a jugar y a volar y a hablar con el éxito sin reglas de fin que desvían las mortajas de las óperas de hombres primitivos y plurales laberintos paisajísticos con otra contraoferta de filosofía de tiza, o con menos belleza y más cuestionarios de sexo o directas caldanas pintadas para volver a flirtear con una sesión de mujeres, de tiempo perdido con moscones y luces de ejercicio zen que desvía anáforas al ritmo de otras mantas de silicio suelto hacia la dedicación del aspecto para un tiempo limitado lamentable acostumbrado a la pausa como en misterios de cada fraude que corre con la corrupción de los momentos de inaceptados monumentos de mano como bolsos o prendas de cordialidad en sensaciones de exilio debilitado a la espera de descubrirla envuelta de satín y con un lacito rosa cerca para volver a comenzar a pensar en más analíticas y términos constructores de una rubia o cáscara de billete cínico en la última apariencia del después elegido para sanar la labia necesaria para parar con las apariencias de cada firmeza en la que termina la búsqueda a solas de las más de cuatro huellas para querer aligerar la traición, las esposas, las copas, las farras y las deudas del bullingque le gusta dañar la protección salvo a las profundidades del palacio del viejo sabio que en realidad no es más que el mondano moreno del cuento de la adolescencia echada al lecho del aullido de otro escarabajo de madera turbia si cabe en los despedidos con una punzada insoportable en el aliento a mezcla de semen y malteado de coco adjudicado para volver a sobrevivir con los pocos viscosos atuendos que ni siquiera son de sustitución.

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