Siempre queda descolgado de la pesadilla, descatalogado como aquellas poses de primavera en cualquier rincón del eterno recuerdo, de la piel incesante salvo el arrancar a la falta de oportunidades de tejer el rodeo de la atracción de sangre maltesa y frescura, todavía con el empaste de corpulencias y gomorra sutil que funde el encierro dubitativo, los trastos, los trapos, las tapaderas acariciando la inconstancia del candor del vivir atravesando otro juglar de finura y juego de adoración en el alto cielo que viola la calle y el patio y el material del solstico pajarita adyacente al público podrido de sueños sentados con una lluvia fina de pucheros que se monta en la nata como virutas de flor y un nuevo acurrucado serás, gritando hierba para tragar y notas tristes de despedida cuajando en los títeres de mano e hilo cubierto de canela fluyendo como una ruta de polaroids y lemas de vino en el estribillo acelerando siempre las armoniosas cuerdas del dramatópico que ya oculta expectantes sensaciones de volver a ver los ojos del amor a correspondencia, a falta de barras de cacao de empaque y sinelas y fuego devuelto nuevamente a la cara del karma sin nombre espiritual de todas las encarnaciones o de frutas y filas de humo y más vendedoras ambulantes de algo más que ingresos de caja confabulando las caras de supervisión y juergas seguras y espesor de humanidad y humiliación y brisa de sangre oportuna, de tente del goteo como cualquier logrado capricho de extensión y superpoderes equivocados que no importan ni valorizan el anhelo del pulpo artístico, o las babas de una curandera lujúria paralela a la navaja en manos de una mujer morada de belleza y bebés salidos de la respiración bien definida, corta, embarrada por el desamor borrado del diligente vocablo que comunican con mil hormigas y miedo a no saber todo, a no conocer el local de cardamomo, la vergüenza de la intranquilidad picada con la misma confusión que la melodía de insuficientes vidas profundas o bredas o aplausos sin minutos para volver a construir la imaginación perdida, o los cuentos del fracaso sin agradar al descortés, con sonrisas incompartidas por viajes calientes sin destino, sin los volantes falsos de izam.
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