Desflorar, inhalando las destirpadas pinturas de cada colgante que adorna el chaspullido del orto roto por cucharillas raras y ratas y heminópteros que perecen en los abrasados rasgos sin el humo de cyan cosiendo en renglones las desforestaciones de niñas y otro soplo de lumbre, de pedos y cenizas del cáncer por otro bordado no sé si será difteria, o lupus, o ela o palabras de Enrique Tomás, o ruisencias en el idiota que traiciona la etiqueta como para no tragar las cúpulas del karma, o el feo gesto del kama-loka que no entiende el feroz abierto, ni los agujeros normales de espionaje ni los dibujos del brujo de mañanas de autoayuda desgarradora, como ahogando pelirrojas y despobladas barbas que no crecen como deberían, como aquellas noches de pasión, o madrugones recalentados, como en otro arroz con sabor a rojos ingredientes para incrementar cada minuto de las neuronas cruciales para el estado de alerta de los neurotransmisores, de una frecuencia de migraña y calor, y estados de amb...