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Apenegizu

Guisos de lenguaraz y grisinis y tostes y más amor para apenadas situaciones de nostalgia por lo que no se abrirá en la voz de pato, o endureciendo el firefly, o el fuego, o las marcas de los ojos a ella, o a las cuerdas de dólares, o fuentes de confines y cocina d ecinco minutos, como mutes o sesiones del gonoché a prueba de los intuitivos atroces bailes de carga y capa y más marcas para atraer la sexualidad del sentado perenne, o en los tímidos campanares de aquellas idioteces que pasean las notas del tiempo, y las pasadas exploraciones sin estenopeicos inválidos de razón, o cordura, o sin acabar lo de setiembre, lo loco a burros ruidos de desesperación por encontrar otra baula que no despega descargando a la braga, o a caras del dado de seis presupuestos de episodinas de algo que muere en las que no acogen a los monerris de tarta, o licor de verdú, o los acompasados disfraces de recetarios antes de verter los picatostes especiales a la tarata de melocotón expresamente hecha con las moscas de turrón o lombrices de algas de tierra, o moldes de barquillos de aluminio entre tangos y fandangos por un otro después de la crema sobre la sensación caliente de la paja de crocanti y rellena de yeso y almejas de rechupete hasta más o menos las que recuerdan la anoréxica cremosidad de las consultas por pronombres de exámenes de cajeros o tests llevados a la caricatura del propósito de amantecar la opción de cama y carne mala o chilaquiles de imprescindibles contraviejos, o en las salsas de ventana, sin la grasa del festín de presentación de los antojos de nutella y de un baño con la erótica y sucia voz de ganas de nada, o velas de trinquete que auyentan la goleta, o los espacios de aquello de salir con la más atractiva del barrio que sonríe al laberinto de la aventura con detenidas canciones a la salida de inmensos amolados sin nombre de borrachera, o más seguida de fotografías del golpe esquinero de unas escuetas desastrosas de cartógrafo y cartón, o fichas de las que avisan del gran finiquito.

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