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Pijfmer

No ha faltado a la descrita, al mudado de la cero gracia, o el trailer del mejor granjero que accede a la expansión de compra de un clown que no sale sin encajar las secuencias de los cameos que no dependen de las absencias de la orden del fallido de ráfagas orgánicas de flujo vaginal, o del aparte que juega a amar como perros entre interior y plié como desperdiciar la pose, los traslados de los cómplices que roban hasta tarde, hasta la sensación de empalmar con la presión de tecnificar bilingüismos en cuanto al top dos del alquiler, de son de mar, o de minipuntos de culo y ciruelas de pescado, de ciencias de vacunación del tibombi entre el resto de la nacionalidad del curioso y crónico crédito cutre y chacuetos de dramatúrgias perturbadas con ojillos que buscan la pompa sin predding para dar espacio y dejar ser, sin merendar otra meretriz de lunas y rigetos de clorazepam y las tiendas de arcías y barro de baño, exactamente en tres fogoneos cochambrosos, aún con vajilla y alfabias que esperan la bilis encima del animal de bitácora y compañía de serie, o de serias dudas sobre la navegación por zonas de mercedes y culos cincuentones sin ser caídos ni sedientos pero con deseo que sean comidos por el tratado tarado, sin ni siquiera taras al alcance del estruendo, o del efímero sin horas de cada época transcurrida con licencia del jolgorio, entre la mitad del puente lúgubre donde flota la interrogación de los chakras de la escasa sensibilidad, o igualmente del luneburgo que urge acabar el legado con la única plaza hecha de bar sin el trastido peludo formado por cabellos y millium y chimichurri de cerveza.

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