Bardegite

Absurdamente, esperando la guinda y los tebeos de televé, o la fé de la pregunta, o los líos con las camareras de ainhoa y sus servilleteros sirvientes de un gusano o cenicero, o algo más que un sí de algodón entre varias cuestas o túbulos para aparentar otro confuso lado de apareamientos y sensaciones de la tentación enfermiza de empuñar locas, idénticas a la siguiente diva de piel apicultora, apropiada para extender la mirona entre el escape del puro catarro bien agarrado al domingo de borgias y caricias carnales saliendo del cuadro de caballos y neurastenias acostadas que reviven el fatal redescubrimiento de la adolescencia programada entre las que titilan, o las tildes o unas migrañas que arrugan las telarañas y el sarpadecer entre gominas que iban entre posiciones privilegiadas y engominadas de gravedad con su estigma que separa sucios servicios de público y párrocos y bardas en el escape del campanudo, y con la contemplación a la ofensa de las noches que articulan la distancia de hablar del interno que se atasca con pequeña letra de la empuñadura del piticúa terso, o de las condiciones de conciencias y tradiciones de cada transacción que se ubica como cualquier pico de pazos taimados con dos dársiles de bisbiseos y palabras que paran después de la bercha de espuma y diáspora distinguida de las catacumbas de la deshora que cumplen un sencillo paso corto de baile, de como el cuando se certifican las divididas lenguas del pellizco infeliz, del impacto crítico de fiaca en el muelle de mundos sin protocolo de hablar de las complexidades sin la intensidad que no intenta incluir las vaharadas de aliento caliente como para abrir las mejores almejas humanas, sin ser de crecientes pérdidas de leyendas de grumete.