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Écoas

Elogías, orgías del no saber, del no querer escuchar, plasmar, dejar de entrever el rápido suceso de doble filo, del seco gesto de tragar saliva y solamente aparecer en el astral, con el maldito once en las espaldas, como la repetición del sumerio en el nuevo córtex para otro tipo de costumbre, de compromiso diferente al que parecía haber hasta el momento, con la basta palabrería de silencios y la cara trabada de tres segundos, de no saber si estaba dejando de abrazar el pan de molde, o las fechas de onces y embarazos y casualidades del no haber caído con el día gafe, o con la prisa de la inmediatez, del quererlo ya con boda, mil hijos durante la primera noche...y todo simplemente para tener éxito en los 48 tiempos del deseo futurista y el siguiente olor a cuerpo perfecto, a cien por cien feminidad desfasando límites como para no perder costumbres y cucharadas y tetas y silencios y masa madre calculada con la irracionalidad de la espátula del pensamiento, del irriego del resto de fermentación y tiempos para arreglar la hidratación que no se ha hablado bien y ni se ha aclarado el tipo de música para el funeral del saco de pulseras tatuadas con amor infinito y jabones de cocoa y naranja, y aquellas incertidumbres de si la francesa, la portuguesa o la ecuatoriana en el cansancio de la esponja de río que sólo concede diazepanes,  polvos y traseros bonitos en la cara del sufridor, para olvidar y gozar de otro glamuroso salto de leche sin la enfermera de quirófano y los cambios del chakra tierra que vuelven a tatuar el sí quiero y las esperanzas casi intactas de poder volver a arraigar el peso muerto del jardín.          

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