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Desvelo camula, creo que siento y luego existo; realmente no, no siento ni existen las paradas de bus, son los mismos señores de siempre que mecen y me empujan hacia el afecto cotidiano, hacia languidas espinas que me recuerdan qua ya no soy lo que era, que he perdido el terere de la medula, el incendio del origen para que eso finalice y caigan los triunfos frente a la miseria de la sociedad que cubre las capacidades y en eso transmuta hasta olvidos tragicamente bellos, a medias, hacia el vacio, para terminar con la agonia enferma y obsesionada, errante, que busca ambos algos, desde un lejos aquejado de mindundis y pocas victorias eternas que solo imaginan un futuro soleado en familia rica, amando sin tocarme el yo, que por el momento no puede romper; ya me harte de esas mascaras de fierrofango que preceden mis actos y esperanzas y me miman para quedar bien y no paran de repetir y murmurar que me vaya al carajo, que me patearan los cataplines hasta reventar las bolitas y esparcir los voltios amperinos hacia aquella intringulis afrodisiaca atada por la pereza y la ansiedad de volver a buscar enemigas que hablan por mentir y decir que si cuando solo habra negacion y camula erratica vestida de novia hermetica por el falso despido improcedente del frenesi de emociones frenadas y fletadas versiones de amargos jamases y momentos de temor que a veces vienen a darme las buenas noches y a recordarme todo lo que no quiero en mi pasaje de recuerdos y hormas sin los frenos resecos, y pocos que me entienden y se meten ahi y se dejan conmigo todo el cancer para vencer conmigo el cuenta para lo que sea y vuelve a refregar las asperas palabras de siempre.

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