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Coligencial

Colas de retama de fondo, fungus, hongos, papayas de brujas para dormir la otredad, la miriña mecida en cadena con letra de nostalgias y pasas y recetinés para el enloquecer logrado, nacido de la pluma afrodisíaca que va dejando en un peñasco el mejor recuerdo del espacio como dos extraños cuentos de niños, como algo inerte, negando palpar la soledad altruista, y los rácanos con palpitaciones y síntomas anoréxicos y desgaste de la concorina y del sesuél en zarzuelas y zurcios prepucios preponderantes y sufridos que enmudecen sofritos con la salsa de la casa y las salinas de ganar al epílogo del corro frío, hérmito, todos de tintas y píxeles y tinteros y rumores persistentes como subtítulos y pensamientos agarrados acá, en cada emoción volada y cada algo de coligencial que parte en sus comienzos como el vulnerable desprecio que pasea por las imágenes del agujero del pantalón como un santuario en donde llega el tampoco de la manita de la entrega con el aire polar del roce que me estela contra el mundo frío, contra todo, contra cada pena de la escarcha de la jornada, contra el terreno y ensoñación, lo que guarda el futuro soñado, el libro coligencial que recibe viejos y cartas de casorios y fotografías del universo, de potorros abiertos esperando la lengueta borracha para romper con la motosierra y mirar la lactancia femenina por el orto de la sociedad, por la descarga de los tachos de semen y virutitas de parmesano y zucos de amén a eso, a la lápida sin luz en los hallazgos posteriores y siluetas del venus entre saramagas y cristales recostados sobre el crujido del tiempo como madera vieja de domingo, de despiertos ensamblados parecidos al coco, que no concuerda con su norte.

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