Hñhñlhoi

Luce bonaerense conurbano, ídem, o divagaces y gritos o dos no sé con la onomatopeya de turno y ceja en esperantus simple, en pretexto, y polillas que rulan en el gremio del dengue, de cada nos fuimos a usar el forro continuado con la inconsciencia desordenada, mezclada con la vaga referencia del pensamiento faquir y el llovizno de su pronto fucó y erotismos y listados de sueños que se cierran para la cómoda mayor parte de cada reflujo de esperma mezclado con humo y cuatro ternuritas de mascarpone y el otro plato que vendrá del pulso a los días de periodicidad tremebunda y a los dibujos asaltabarras en sus cómo de manos y en sus cocos y en sus cascos de señor, emparentada también con la palabra bubú, con cualquier merced de la letra de la tos de perro rabioso bastante menos convingente que transporta el pisapapeles de feria hasta las nefastas piedras como torpes pestillos fans del grupo, aguardando aquél legano legendario éxito que retrocedé al que sirve de mágico como doloroso perenne quizás una nueva era de luceros y tulisos labios genitales, pintados con la gracia del sonido de la esquina, de aquél runrún de antaño, o de la azucena con tanto cambio por jubilar y ver que hay que cambiar de sector de teatro, o de la tribuna de un solo de rayos al espleyú, vagón de marras y monopolios aterciopelados como laberintos y estopas agazpadas a la loma del dime acuarela en tapiz y estepa de fortunios y poemas en el más allá del término parco, uva ponzoñosa, esto, con el permiso de una brizna carmín apagado, hipnótico centro de enseñanzas ramplonas y la infancia contra el llanto frágil, arcángel; el atronador fandango hasta la ápice de la interrogación despojando el paso, cada ocaso izquierdo, bifurcado en lo bonito, en lo insondable, escurridizo hongo como estímulo que apaga el presente que se precipita para proclamar lejos del canto de la bella estampa.