Certezas, samuá de parecidos picardías en calco de certidumbre besada, o darían el luto adherido en el lujo sobre un luego en ludford para otro suponer de tres fisonomistas a cada corazonada del enpírico ir, del inflamado chirrido de la famosa carta de ajuste de debajo el no será, por costras y poros y contras del puro Rioja de ausencias y mañas del mapa del arrullo para decir cualquier resabio de tantas luces y vientos que transitan por el manojo de momentos y tampocos del hasta, de la caléndula impía que argumenta el aguante del gafe alzado, sentado en el rincón del escurrido recuerdo de cuentos felices, e inacabados pasajes que incendian varios inertes breves y desdes de frases temporales que no acometen de nuevo la nostalgia de un tiempo inútil que intenta despegar la pasta malolienta y podridísima de aquel disecado de dos ojos, sin quedar habeas ni pertenencias de auditorías que informan del debe y haber del libro de cálculos colgado de la pena raquítica, o casi nula de contar ...