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Sopa palusa


Abordando el morcillo de los seis dedos del moái, o de la sopa de paciencias abultadas, o la persa de la presa sin el moquillo de dos entre siete formas, recuerdos de cada confirmación para el beso sin papel, ni la especial atención del volver al choque de los autos limitados por los libraderos de cero que no interpretan el dolor con el regreso de varias horas onduladas a la mochila del bolero, o de unos cuantos cielos que no venden ajos para la palusa de la primera fotografía de rorro, o del mausoleo corto o la inserenidad que trilla paja copiada del interrogatorio de aquella chistera falsa llena de estorninos hambirentos de carne cruda, derrochada para el arrecho con los sermones de la brevedad sin horarios ni año nuevo en el cosmos desaconsejando la sabiduría de reconocer la habitación del pozo fresco de ortigas y mangol para la crema de pus, fiel a la táctica militar, al sabio que nada escapa del mundanal de aquella explicación filosófica, en el estado del tocado lento, de madera híbrida, y enmarcada con la cabeza de la pieza oscura, sin moscas ni podredumbres del máximo poder del pobre, o migajas en una de las volventes agotadoras, interpelando el punto de labor impresentable como en las intenciones de empobrecer osos, y también el ateísmo de la fase sin ojos y sprezzatura.

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