Trece bleas embaldosadas con caramelo y muscilán más algún que otro tipo de cemento y pululús y el favor de comer el alacrán y envenenar con las quelitas y el bitiempo y aquella sensación de descifrar la sensatez de esclavo y rupia con la dejadez condescendiente como en el glifo cerrando etiquetas de enfoques y magias de la vida del triciclo, y de todas las otras que gruñen pidiendo caprichos y más mareas y pompis y rúfugas y camareras para que traigan cachorrillos en condición de músugas y aspectos variables y créditos y aspersores y áspergers y la acción de la imaginativa palabra del frenesí de las auroras boreales y de la mosca en los comensales de la silla propiciada por precipitar precipicios y mala praxis en las ideas de sobornar altas etapas con sueño y algo de lealdades inventadas por la malformación de la vida difícil y sobrecogida por algo que no tira, que no avienta con el freno del excusatto de que todo habrá sido un error de cálculo, sin la precisión de estómago y estrógenos y picores y diademas y veintidós algos que se vuelven a encontrar con la coincidencia, y la virilidad del reo, esperando el trecho que pase y deje el lecho, las constancias de constantes y yencas para abrir y cerrar, y voltear la jorobilla hacia una ciudad francesa, indefinida por las pavadas si ajustar la hormona, los pénsiles de la otra hormona definida por los triglicéridos y la calcinina de arán, y los extraterrestres y más bleas enchocolatando las bolsitas que parecen para presumir la presunción del último resultado de la kerinina y de las absurdidades de la obsolescencia del papel comestible de las bolsitas en forma de flor que hartan la pastillita de quimio y la cambian por el juego de trileros.
Comentarios