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Oxandaralat


Estan hablando dos compañeros de trabajo, hombre y mujer, o eso se cree el otro que lo mira, andante con corbata y bien vestido, trajado oscuro con rayas finitas, blancas, discretas, un poco brillantes, pero el otro no le importa eso, sinó otras cosas, como su ropa satinada, sus babas, su leche materna, sus sesiones de aerobic amateur.
Se fija en todo, en cada detalle de la piel perfecta, disparada en raw previamente y retocada posteriormente, en los flanes que observan siempre hacia delante sin ser siliconados ni manipulados de ninguna forma previa, en pomp, y con la minifalda mirando hacia la meca, levantada como una polilla, esperando el dedal para encontrar el agujero rojizo, flotante entre otros flanes y mariposas amarillas, con olor a sushi crudo y taxtura ambigua, pam pam, golpecitos a las nalgas como dos tambores sonantes que no paran tras su excitación sin descanso descomunal para seguir con fuerzas nuevamente, si viagra, abierto nuevamente con vibradores y dedales ya sin forma, ni sabor a fresa con canela, ni leche merengada, ni chocolate, ni mango, ningún sabor, solo olor a sushi que penetra en su nariz, y quiere más, llegar al charco nadando, o más bien buceando por las profundidades de su matriz, de su enorme útero vacío de sorpresas, sólo oxandaralat.

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