
Suquet, paella, sopa, caldo, gazpacho, minestrone, menestras variadas, mejor manera pija, con sabor a ciruelas doradas a pesar de los retrasos y contratiempos amargos de conspiraciones camálicas, del déspito, del despotismo sacrificado de la sirvienta, de cualquier mapamundi de los veintisiete que ultiman locuras y errores de cálculo, y runrunean intimamente después de la noticia alternando la pérdida de apetito y sacrificio en varias ocasiones, erratas blancas que disimulan y hablan del pío pío de fierro, o del suquetto que se cansa de algo concreto, sin forma, ni paelladores que rozan algún pariente suelto, ni aquel tiempo, ni la tarde que venía a golpear a la casa, galopando como un sendero, un trocito de aire, de galleta bendita por un sacerdote desconocido de almendras y coco, con otros ingredientes que no me hacían acordar de otras masas sociales para la cena.
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