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Zumbido irrítico


Del gran anhelo alguna vez, de los sombríos sabios o del no reconocer creencias emborronadas para nadie singular, eterno como pasotes y gargantúas de porcelana de toda beneficiencia y rebelión de esta gran náusea para tentarlo con suertes y biliosas bajo la faldita pendiente de la cancha ensombrencida por demasiadas clarividencias y comisiones plebeyas de todas sus virtudes con una sola boca húmeda, como la entrepierna jamoncha y figuras de la higuera como tantos y tetas lóminas como la lúmix y de la manita a su manera, a la falta del todavía también falta ago que poder contar sin toses ni ritmos cardíacos abruptadores, pues mil pueblos del Karma y del todo universal y Zaratustra, Nietzsche, Obama en el ocaso que recorre caminos tortuosos e inexistencias con todo el etérico immaculado, incluso en grados inconcientes en los deseos, no como creadores adversos, como abundancias lascivas del puro mancillador de cuerpo y mente y júbilos torcidos o a pies de muchachita aproximada a aires viciados ajenos a la rapacidad gris, castrada al evento hipócrita más otros tiempos y su mal humor de espaldas a la caverna lánguida, y aún cuando retrocede años atrás con regresiones y peones, tiritas, irrípides, lavados de cerebro, tales pensamientos, tetillas, frascos para retenciones y campañas, lentes tocando casi el papel, fármacos rodeados de propaganda para triples parcas poradas.

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