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Deyección interminable

Deyecta febrícula, fiebre rasa, profunda, mano y simpatía, precisamente esperanzas y vueltas rojas de labios; solo viejos moribundos reverberando un par celestial, miserocordioso andante, flotante de par en par de partidas y lleno de vergüenzas y caspas darróspide o pastas amal de gasolina y productos interiores, viejos pedos de escalones y vidas moribundas del propio corazón raquítico esperando aurículos y ventrículos arrebatados de sangre azul con mesuras de intestinos y minutos angustiados por el paso independiente, negligible, arropado por la mácula y la chupada de senos y vaginas y testas megarrufas descaradas para perdonar y satinar los pantones y las cartas de colores RGB o CMYK o color LAB o puertas rambo, mariuccia de aquel encuentro interminable como la garganta desnuda que multiplica el tiempo; cada minuto, cada segundo para lo nuestro y llegar a la eternidad de la barba blanca que deyecta dos heriduras asquerosas en forma de representación gráfica del tormento hasta el punto thank you; fanáticos de silicio y éter para no perder palabras y costumbres en la oscuridad de sus silencios desprovistos de burlones y bárbutes y tragos de ron, cerveza, cuba libre, lo que no termina ni entra por el adobe pototó ni se libra de los marineros artísticos ni aquellos extraños, solitarios tanguetes `por la casualidad y las mismas que durante años pudren tarak y se van taradas para ver patatím al almacén durante el vuelo dieciseis.

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