Íntimos paupérrimos y añejos con infulas en borrador reconvertido en excelso del sigamos, del metraje de romano en las cavernas y disco de rifazos y ráfagas de pícaras eternas búsquedas de dientes y el mundo rebelde que vuelve a flashbacks rodeados de buenos revivals de tiempos y baladitas de rigor bajo tildarias y sobremesas largas, de más de cinco horas pendientes de mordisquitos, de anécdotas de cualquier cosa y cuerpos bizarros explotando en el cuadro de la sangre acumulada en el asequible, interminable standard que recuerda el parabajo del rubiales bonito del norte, el meucot, de pie, o la desproporción del cuarenta y tres de copa cerca de los años de lástima y médicos y rastros de sabotajes y peélings angonales y retiros de garabatos fusibles, al flote del colmo, o todo menos quejas y chabacanos del lenguaje que pecaminan de nivel cultural y terrazas y ñoquis de confit para la trama a secas, la delicada ofensa de limitar al humorista aún más con tendencias al revés y caballos par...