Urtsonitnacurb

Nitnac sonín, la suena arrastrar, sin escuchar a la víbora de ultrasonido empresarial, en el salón de la vuelta norte, joven, monoteísta, al marginal del pasado, de la vecina capacidad rebvelde de la simple cuestión de creer en el pequeño monstruo que existe pero no acaba de vominatr del todo el orgullo y la casta y la crosta del sexo burgués disertado en mil indiferencias nada que ver con el refrán de la voz en el papel principal, del revés dotado de auroras y auras y repeticiones del jadeo que huye sin conocer el nombre del fuego, del tarareo que lee la falta de matrícula y cansancio en lo que falla y no tendrá gratitud en el sueldo cada vez más curvado, más acérrico, más del final del dicen para falso, para el sordo de la noche anterior que se divorcia del salir del grito pero persiste, con la cortisona en la otra mano y el diazepan mordido con la lengua vaginal, con la mosca del tábaco entubada al martini de presentación, el reciente seguro con todo lo visto y los propios proyectos con sus tics y filias y fobias y encuentros y escombros con un pase y tal, de grapa y especiales ventajas que te llevan a fosos en plan pinchos que salen de la croqué tóxica, sombreada por el referente, el ausente uruguayo, recordado por los aficionados al buen vino y a los chistes de chanchitos y muelas y héroes y tetas de coyote y odas de títulos coreables para los zagales y toda fauna que no volverá de la tienda de cómics y blisters de coleccionista de amantes y espadas de juguete en los respectivos gastos del temazo interno, ajustado con el gen kei nerkel; género domótico para el vídeo del éxito, de la versión de la trama de arcoíris y cuchipanda y moralejas recordando al prota sacado de la manga.