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Fuel Adango

Fué, algo de novios, de rehúso recluta, como el adango de cada olvido, crecido en la aurícula que ahora circula arena en vez de líquido rojo, coágulos de arena senil, nada común, como de regaliz, como frenética pércuta de recuerdos mascados con el después de ásperos bultos malignos en la parte más sensible de la memoria, con la grafía de un hipotético arreglo inútil, sin el perdón explicado como cualquier pecado de exactos documentos de culpa y letras pequeñas de palo y discreción, y un pequeño juego de ajuares y frutillas debajo del contrato carroza que abajará el encaminado metabolismo hacia un ruín de prisas y comisiones de cristalinas colas de soda y pitsilunelmia de los revividos y acabados al puro espacio citado para lentes, lente previa a la banda del fake lareine, como un embrión profundo desgarrado del lugar en que se ha formado como príncipe de un mormón que vende quesos y pelucas blancas para el hocico del desembarco y la llántia de las trampas que divertían el chiquito justamente por integrar la certeza con la mayor estructura convertida en telaraña con porras y meós de uvas amortajadas y logos y pasos del dejar entrar el huésped para hacer caso a la preferida del placárd con pajarita y de apellido bódoc gil, o torres, o alinetes de las extensas trompas de momentos jodidos que llueven y profesan la bala ensartada en el gajo paralelo al oro del otro significado que repite la idea de la nada revertida en boleros desde el peor movimiento para la pareja del segundo fuel, del necio, del coyote, de mil noches de creación y otro repentino adiós que abraza la erección, que espera la espina importante, todo glaciares.

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