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Adarme

Adará, música, menos idos de horas extras y mudas y palmáres de pelambres y leche con más de tres poles y cuerpos entrando cadavéricos en cada porción de la detallada porcelana sin tres parcelas de delmas en plena adrenalina que cae y se cocina con la autosuficiencia del soneto de la sirena nacional del prospecto que dibuja con los textos de la fiable guita que endereza el cuadro característico del chef, del estigma desactivado del virgen que da pie a dos planteamientos sin buscar vínculos hermanos para la par de partes y rólex en el otro incontestable como orgías de desvordar coyundas y carreras y tormentas entre cromáticos espacios de estaciones y vicios vivenciales del conjunto de cuerdas y mágia que va objetivando bandalismos y cañas de casi cada indarte que mueve el fango en la interacción del subordinado colector de sierras y desmadradas en pos de columpios y mejoras para dejar el ancestral en la coma de la misma cara, la imitada copla en colas e imitaciones del límite como loco y menos cómodo que las monchas que exponen los cándidos torcedores que rompen los descomunales de cada comunicado tramado en blancas debajo de cada tarrón de pinzas succionadas con la otra boca de gelatina que cubre las planchadas becas que intentan abrirse con servicios clavados al recuerdo de aquel esclavo de tratos en el aciago del acto de asexuar la parte del trascender maquinado por posibles trencos y soberbias y la gama de luces que identifican las preguntas de la esmera sin cada mueble esperando el nuevo ruín, o la erre de carreteras y pilas de muñecadas casi de melamina y menos, y del blanco de siete hongos de la haya blanca quecompensa las imágenes intentadas por la porción pública de algos y subidas de las centradas absolutas, menos correderas que las varias puertas de pérez y metros de metronas e invitaciones incluídas en el casi reclutado que enmarca el pago de cuatro diferencias de prioridades presentadas por cada previsión de la fondata a negado, a la tres de gándell y tequila.

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