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Epistaxis

Sublime queque, refrigerador o hemorragia al horno, al pateo, al plomo paleo con el gota a gota de colorante rojo, menor, del tutém para la decoración del aproximadamente en el derecho de consternar otra vía fea para quemar más canciones eternas y dísculos, añejos de consciencia que encarga algo de pie, natural como el cuadro de respirar medias toxinas paralizadas por fechas, o casi chocolate con juncos de cristalinas galletas de bebé y casi otra voz que recuerda la otra trayectoria del poco de todo que alimenta la ídola aliena al vocal de la estatua cernida al hongo que conlleva los atascos periféricos del perfecto chequeo del sutil lugar de madrigueras y coartadas que encuentran el génesis del dos, o en el año del felino, o en las sangrientas traducciones que emocionan el sube y baja de los treinta días del distendido cambio en general que se enciende como otra mecha del bigote falso de sixa para comprar el boleto para el infinito, para ver el loto lejos del cartel fatal que sorprende el extremo del obvio lunes sin el argumento que sigue en el aire, del cerrar y abrir la diva de otra revista del día que comparten a parte del beneficio de sanar las cuartas interesadas de dejar atrás la estatua congelada sin catéter que cierra el paréntesis de la mística religión sin mínimas cargadas al subconsciente del miedo vivo al desafecto prolongado para amarrar experiencias en la noble munmunda científica para la escepticidad de últimos separatismos de intención cierta que ignora la capa que germina en las hablas bailadores de los emparejados a cada entidad del manteo que aproxima el técnico tiro del cotilleo de coliflor, de sensatez sin frenos ni agujas íntimas que avalan la lista masturbación de la actividad de cada correlación del abyecto que controla el plato delícia en cada sabroso desafío que une cada filosofía oral, de la última mirada de visitadas que dominan las ganas de artistas dadas de cada percepción premonitoria que tiende a orar la incomodidad del simple, que no es la supertop sin piel de naranja ni cuatro cartucheras puestas como maravillosas que buscan la nostalgia para competir con el presente que persiste sin la idea del extraño significado especial.

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