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Vtárkvej

Vtárk, este pasillo de malditos cambios preferibles de la estrella en espera que enreda al firmamento de todas las legañas de un budín sin las instrucciones de la otra brevedad del brandys, sin la continuidad que detiene la escritura costosa que no fluye como el pan de chips con la vigilia escabullida entre las batas arrellanadas y sabores de luctuosas arritmias de cada libidinosa patada del entonces al gusano, al velato por preferir con el pincel a un sólo deseo de vuelta, o a dos de los grandes mirándose y fumando risas y puritanos candombes en pardos combos en el lastre que jala el gatillo de las ideas plenamente latiendo como una identidad de dos madres de genio y tintero como en desuso, camino del envuelto teflón de sátira y más antes, desmembrado con danzas kamikazes del nunca, del noodle acuchillado por el feo tanga de cuero y tigresos sin alaridos abiertos ni tenderetes de estelas como de manantiales de ruletas y cortejos forrados del zigzag de ciento cuarenta carácteres de audiencia y borgerios y la única frágil huerta  que sabe como beber la horchata y cansancio y raíces despedezando gritos y manoteos del hombre al negado sálamo o un entorno prolongado que no sostiene la antorcha para remover la oscuridad de la cueva asexual y fondos de cielos efímeros para chotas y pagas y el ígneo en tersedad fría que da para clavar misterios y maestros de la garbancera sin cantina ni los quilos del corsario dominical y el tibio enamoramiento inevitable del paquete de vísperas y cada pedo de rentabilidades como decidir el fondo del catón pisado, o razas de marca, o tipos de carcundo a acción de viandantes y amidorios que elevan bebiendo la molesta piña o cualquier licoretto adolescente como ídem y pavo igual que los pueriles entonces que fecundan entre albóndigas y cabrones tan enganchados al delirio del dinero, del rico cariño que persiste enfermo y frenado por la sensibilización plantada en las piernas, en los muslos del primperán.

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