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Espencho

Espasmos de sexo entendidos como toses y fúñigas, o gracias, o fongos, o la pelapa de cualquier situación de sencillez en quince trechos de la hora, sin esperar la especificación de esferificar o no la mordidita del doés, casi sin aquellas noches de cenar porrusalda antes de fornicar como conejos y tiempos para la parada sin símbolos de ciruelas en el bombo y arcadias y bebés con pajaritos y olor a máscara de nenuco, o a espén que no trata de rastrear los peros, o cada fruta parecida al fresón, con voz ahorcada, o a la edad adulta que busca el culo de la próxima fémina para tatuárselo en la cara sin caspa, ni horario infantil, ni la gentil que ya desapareció con las imágenes escrotadas y decadentes del treinta y tres cargos en el carajo del bochilé en mochila de entretiempo, del cobarde que ansia la enfermedad del modo paradigma, o de las diez, o las once comillas de aquella conciencia directa que conecta la radicalidad que fluctúa entre los que ceden entre espén y baterías del puente de la alta calidad del destino de las fuentes que ejercen de un nudo de aventura de varias prioridades de los números de terceras contraseñas de la única fuente de sinfonías interesantes del límite de holgadas con el ejemplo de hombre y la cena con náuseas nerviosas con las pistas de la mala consciencia del consentido entusiasmo que empuja la manipulación con agua fría y arsénico para ultimar el funcionamiento de la suposición como plándia y ciclos en pausas momentáneas que no llegan a continuar por oler el sexo y las reconocidas palmadas sencillas en traseros de amazonas que enseñan las cuatro caras de la competición por ser reprise que empieza a la X y acaba colocando la yegua patas arriba, con al conejillo a flote parando la flor de luz, y las pistas de epson y trufas y huellas de abril del diecinueve para terminar de vivir y adelantar al veinte, o a los recuerdos del partido del chaquetepec contra las bolandas apartadas de la blonda constructiva.  

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