Ecuánime, apoyada en el quicio del pecaminante medio sordo, sin la entereza del enterado, ni la mancebia de la carta de ajuste apoyada en el otro final de cuentas, de irizizv, del sexo que vuelve a fallar, a no armarse con el destino de la última llave de karate que vuelve a ganar a la última vagina irritada del roce esperpéntico entre el olor y las demás ganas de arder como cuando se abre y se hincha el clitoreidal y las redes de cabeza que no pueden penetrar en el vago postizo que sorprende al territorio del único piercing de planta y ácaros y libros de recetas del kamasutra, o lo que se cocina en la kama-loka teosófica de algún tipo de templo chino anormal entre mujeres de montaplex y noches entre tetas y cunilingus y ejes que cuestan de detener, escuetos con la mirilla y los enormes trabucos que buscan el siempre correr y fabricando musas para ahijar y truescos y ecuaciones y docenas del treinta y tres acabezando la delgadez de las formas y los fatales encuentros con cada administr...