Sábados de ciencia, de digestiones de hierba y todas las inéditas dejadas en el cliché, en el vidsof de adán sumergido en la idea de volver a oler el aliento, las carcajadas de carabía y edenes para caer y volver a resonar con la esencia de ahogadores sanos, de régimen discreto, altivo de sana primera mano, e intempestivas creencias de no merecer cualquier banda diabética, cualquier costumbre de funda carnal, con ratos de paseo y preservativos enfundados en un paraguas de metro y medio, en el aliciente heredado de la pasión del vicio, y sin la opinión de los ratos de pánico pránico, de otras bandas por medio del trozo únicamente de fatalistas envejecidas de imprevistos y rincones monárquicos con sombrero de confidencias y ritos de higueras hurgando el adulterio alterado con partes de mantecol y pasta brisa, más dulce de leche con coco y brioche, y todas cazando con tercerola incapacitada para situar las amplias resistencias con el atlántico y una verdad de no poder chupar moluscos inquietos de el hecho de oler las próximas mañanas en la playa de los diez meses largos que faltan para volver a hablar de un mayo con la erección suspendida por años de alquier y adormeciendo la circulación del desánimo para obedecer artificiosamente después del escándalo para tomar posiciones de un romidaje y todos los cambios de hemeroteca viendo el ejemplo de la otra ira tirada por el sexo que viene, por las umberelas de zoraida y más traseros que habrán pasado por la cara del semental en el último mejor futuro inmediato que llama a armar las etiquetas horizontales y románticas con todas las fortunas para encontrar la fita deshecha con la desilusión que pasa por asturias y sobretodo por los mexicanismos mecánicos que remiran en la playa, en las promesas del poema de beirut que habla de una bomba en la magia creíble, de la eterna prisión de castidad que castiga a los herederos del folleto insano de la suerte en encontrar el destino adecuado de las malas gárgolas de los cuentos que cobran vida y se ríen de los estupefacientes ingeridos por la causa que tirita al recordar el historal médico y sentimental del hágaselo usted mismo.
Sábados de ciencia, de digestiones de hierba y todas las inéditas dejadas en el cliché, en el vidsof de adán sumergido en la idea de volver a oler el aliento, las carcajadas de carabía y edenes para caer y volver a resonar con la esencia de ahogadores sanos, de régimen discreto, altivo de sana primera mano, e intempestivas creencias de no merecer cualquier banda diabética, cualquier costumbre de funda carnal, con ratos de paseo y preservativos enfundados en un paraguas de metro y medio, en el aliciente heredado de la pasión del vicio, y sin la opinión de los ratos de pánico pránico, de otras bandas por medio del trozo únicamente de fatalistas envejecidas de imprevistos y rincones monárquicos con sombrero de confidencias y ritos de higueras hurgando el adulterio alterado con partes de mantecol y pasta brisa, más dulce de leche con coco y brioche, y todas cazando con tercerola incapacitada para situar las amplias resistencias con el atlántico y una verdad de no poder chupar moluscos inquietos de el hecho de oler las próximas mañanas en la playa de los diez meses largos que faltan para volver a hablar de un mayo con la erección suspendida por años de alquier y adormeciendo la circulación del desánimo para obedecer artificiosamente después del escándalo para tomar posiciones de un romidaje y todos los cambios de hemeroteca viendo el ejemplo de la otra ira tirada por el sexo que viene, por las umberelas de zoraida y más traseros que habrán pasado por la cara del semental en el último mejor futuro inmediato que llama a armar las etiquetas horizontales y románticas con todas las fortunas para encontrar la fita deshecha con la desilusión que pasa por asturias y sobretodo por los mexicanismos mecánicos que remiran en la playa, en las promesas del poema de beirut que habla de una bomba en la magia creíble, de la eterna prisión de castidad que castiga a los herederos del folleto insano de la suerte en encontrar el destino adecuado de las malas gárgolas de los cuentos que cobran vida y se ríen de los estupefacientes ingeridos por la causa que tirita al recordar el historal médico y sentimental del hágaselo usted mismo.
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