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Viontie

Vionite de la biotina violácea, en viontié, en volandas, sintiendo el yo, el clásico sexo clínico, como en el caso del oníson sentado al regazo melódico del royal del cotilleo y habladurías de si habrá que volver al horno o dormir con el nombre de esperar en las estadísticas para la foto, para el rollón de mil quinientas espinas corregidas con el ahora, mirando al cámara de los veinte refugios que entrelazan el entorno sin los motivos de aislar la cultura, a cada espalda del punto espada, espástica, más de una tos trabajada con moco y frase tonta, y montones de guardaespaldas que planean carrasperas y vísperas del sueño del rincón de la infancia, inspirada en que no hay parálisis o tipos de programas que nunca planean el cuando hacer pan, o silencio en las hojas de ruta, y plata, y carrerilla del igual, parando las quemaduras del dispar de la sopa y los platos con pelota y los gustos de más dulce para aprovechar la panificadora parida por entretener la imaginación hasta la próxima generala, hasta el buceo en doctoras y cabos y lobos por aprender a amasar un ahorro de nervios entre más cuales y cambios para ganar y volar y fornicar con el retazo trascendido sin la contra de un pasado violado de primeras fases cazadas al aire cerca de otra fase final y directa, observando tentaciones de ventajas y preguntas sin selecciones bien compensadas de cara a un futuro de superheroínas de caza comercial y algo de magia en la futura contestación de la propuesta de porvivir tirando y riéndose del porqué, de cada razón al margen del resolí y las futuras técnicas historias de amor.  

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