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Trifáriar

Trifásicos eternos, con la vocecita de pasapasta y aceite de girasoles silvestres para seguir harinando el hocus y la rabdiomiolisis, para buscar misterios de la primera intención que no controla ni los poemas de amor, entre el relatar la parte de alguna vez que trataron los sueños, y las eróticas experiencias para aventuras y mundos y recuerdos posando como un chicle en primavera, como los prados que cambian fisonomías que sesean como saseras y continuidades del éxito, sin la duda del concierne que ataca de manera escrupulosa en la mirada de la otra, y en el cálculo del cómo será la mañana del próximo uno; si hablará de la especialidad del pasado utruñus y su pura magia con la gambetta confiando al cien por mil que saldrá y se pondrá en seguida abierta al teléfono para esperar al macho con sus titubeos y promesas que todo lo entretenido será para siempre o habrá otro lugar mágico que entretener con las bombachas y excitaciones de la flaca y su glifo de holas y miradas y palabras profundas de trifitó para mimar y no exponer el cuerpo en el olor del futuro ya sin aproximación al horno de entre semana de un larguísimo puente sur que tardará en pasar y en besar los gestos envenenados de otro trifásico con cola y triple de hielo sin el deseado control total de cada situación sana que condiciona los trato de ellas, de las enjardinadas flores bellas con cuerpo y mini curvas y tiño de arándanos y algun que otro foco de sumisión fuera del estímulo de la conspiranoica brevedad del seguimiento con pegamento y bergamota.  

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