
Dísperos, tratando de alejarse aún más del qué confuso, de las palabras absurdas y pequeñas que mutiladas entonaban otra canción de amor, otra carta, otro corazón abierto bombeando lentamente entre fuegos y desgracias y sangre sucia, llena de tierra mezclada con barrillo, y piedras preciosas que alimentan el ego del yo, pero sigue sucio, de momento no parece cambiar, y sigue. Y sigue enfermándose mientras no toca hablar de la verdad, de la antroposofía que coloca a segundo puesto, o nivel, y salen las emociones y se mezclan con su sentido de cada pesar, con pliegos de mi libro con figura de sueño, con figura de mujer que no se queda por la envidia reproductiva, ni para cambiar nada al gusto del observador.
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