La semana no acababa con el olor a pescado putrefacto lleno de malhumor, pororós, corsés, clips para el pelo, preciosos anales a quince euros, orines de mulo, sangre coagulada que sale a chorro y se coagula cuanto antes, de salir, buscando excusas reales y óvulos y empanadillas de atún, y ovulaciones extendidas que manchan y manchan sábanas y quilos y cajas de compresas o tampax compact que se encaprichan con el óvalo y lo miran de lejos a su lado con la dulce efigie en la otra mano.
La semana no acababa con el olor a pescado putrefacto lleno de malhumor, pororós, corsés, clips para el pelo, preciosos anales a quince euros, orines de mulo, sangre coagulada que sale a chorro y se coagula cuanto antes, de salir, buscando excusas reales y óvulos y empanadillas de atún, y ovulaciones extendidas que manchan y manchan sábanas y quilos y cajas de compresas o tampax compact que se encaprichan con el óvalo y lo miran de lejos a su lado con la dulce efigie en la otra mano.
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