Caprichitos deleitosos, fideos maki, soup desde su consciencia hasta el sospechoso timbre de la llamada, poco después siempre hueco, de la escapada nocturna, ojos que tocará sin mirar las teclas, primeros pujes, planes suplentes, currículums vacíos sin los partidos de cada domingo, ni los ristrettos alemanes que se prometen saber perder las almas, su liturgia que recuerda el antes y se vuelve a ir con los ojos cerrados y no me besa ni acarona su sentido, ni habla con los paraguas, ni con los fideos maki de Rudolf, y las horas pasadas se pierden y ya ni me hablan, ni buscan apoderarse del sentido y de los erups del bon profit. En dos dias olvidado, segundo plano, o en menos plenitud que alcanzarán otros meses, quizas años, o toda una vida, o dos, o las que hagan falta hasta que la noche zumba y rebote el cristal esmerilado del nueve por doce, de momento sin.
Caprichitos deleitosos, fideos maki, soup desde su consciencia hasta el sospechoso timbre de la llamada, poco después siempre hueco, de la escapada nocturna, ojos que tocará sin mirar las teclas, primeros pujes, planes suplentes, currículums vacíos sin los partidos de cada domingo, ni los ristrettos alemanes que se prometen saber perder las almas, su liturgia que recuerda el antes y se vuelve a ir con los ojos cerrados y no me besa ni acarona su sentido, ni habla con los paraguas, ni con los fideos maki de Rudolf, y las horas pasadas se pierden y ya ni me hablan, ni buscan apoderarse del sentido y de los erups del bon profit. En dos dias olvidado, segundo plano, o en menos plenitud que alcanzarán otros meses, quizas años, o toda una vida, o dos, o las que hagan falta hasta que la noche zumba y rebote el cristal esmerilado del nueve por doce, de momento sin.
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