
Mil cosas, mil suspiros montados para descolgar otros, mil caras, tartalineses por debajo de cada cosa, de cada idea, de cada dos o tres bobadas buenas que hablan y se dicen, y se cagan con los brazos y con todo su cuerpo débil, luso, lustro, ilustrado con hiragana y manchitas naturée de menstruaciones y preguntas con 40.000 que intentan los cinco años, y escuchan como topo gigio sin la pastilla uruguaya, púrria con tortas fritas de grasa vacuna con harina, frita, como un aperitive seleccionado al dente.
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