
Ropa femenina ocre, lencería satinada, pegajosa por el ruido de los flujos en la noche anterior y aguantando el sudor y la resaca matinal. Vómitos, pastillas anti-mareo, las otras baratas que no salen de la boca en su tono habitual y se encuentran con todo el desastre que ya ni se acordaban, el vino medio vacío en el sofá de piel de mozzarella, bragas y medias y satines tirados, esperando el recogedor de pelotas que pase y se cuide, y se lleve la caída del imperio consigo, con el ambientador de coco encima, flu flu, es decir, una ráfaga que flote y se lleve virus de restos agobiados, cansados de las heces del circo de pulgas.
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